miércoles, 19 de mayo de 2010

El Giro cumple 10 días de carrera, y Vino parece quedarse hasta el final.

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El sol apareció por fin, ya fue suficiente con la lluvia y el barro “retro” de los días anteriores, hoy el aire templado apareció para acompañar la acostumbrada calma de una etapa de transición. Los 230 km desde Avellino a Bitonto, tierra del sur de Italia con olor a olivos y tan cerca del taco de la bota más famosa del mundo. El guión fue el acostumbrado para un día de calma y de aire para las piernas, una escapada autorizada y tempranera de tres hombres. En el kilómetro ocho, Dario Cataldo ((Quick Step), Charles Wegelius (Omega Pharma-Lotto), y Hubert Dupont (AG2R), emprenden una marcha oportunista y que solo se va a ver frustrada recién muy cerca del final, a falta de 16 kilómetros para la meta en Bitonto. Aún intento comprender la furiosa colaboración del OmegaPharma-Lotto y el Quick-Step por tirar abajo la fuga del día y a falta de 25 kilómetros. Tanta fe le guardaban a Sebastian Lang (QST) o a Marco Velo (OPL), respectivamente, para una llegada masiva?.

Andrè Greipel, que bien sabe adquirir los galones que le deja la oportuna y lejana presencia de Cavendish en California, esta vez viaja con la pólvora mojada. El obediente Rabon, cumple a la perfección su papel de hombre de confianza del alemán, el capo da la orden y el checo pone todo el bloque del Columbia a tirar en forma portentosa en busca de un sprint final de llegada masiva. Team Sky colaboró por momentos con esta idea, aunque más cerca del final armó su “treno nero” individualista intentando llevar a Greg Henderson. El Milram parecía escapar de su letargo y jugaba sus fichas, apostando todo a que Robert Förster se parezca en algo al implacable Alessandro Petacchi cuando era hombre de la casa. Liquigas traía a Sabatini, y Garmin mostraba a un David Millar poseído, tirando en forma envidiable aunque solo seguido por muy pocos de los suyos, y con los Sky colados en su tren.

Ni Greipel ni Columbia, ni Henderson ni Sky, tampoco el Milram para Förster, ni Mateo Tossato que intentó despegarse y es tomado a falta de crueles 350 metros. En ese último kilómetro plagado de curvas a derecha e izquierda como una condena, el final parecía ir en contra del acostumbrado tren armado del Columbia. Un hombre veloz del Garmin, neozelandés y residente en España, de nombre Julian Dean y con virtudes para romper los esquemas armados y patear el tablero. De este zarpazo explosivo se aprovechó su compañero, el estadounidense Tyler Farrar de 25 años y originario de Washington. Algunos dirán que era difícil predecir este final cuando se presentaban nombres como McEwen o Greipel dispuestos a robarse este botín. Pero justo es decir que Farrar mostraba brillo en cada hueco que ganaba, una actitud despierta y ágil que era bien mostrada por la cámara aérea, al tiempo que dejaba ver su maglia roja muy bien ubicada de cara a la meta y muy cerca de su lanzador Dean. Corazonada, dirán otros. Lo cierto, es que el hijo del cirujano concluyó con aplausos una brillante operación final.

Mientras los sprinter y el sol le intentan dar algo de color a una etapa más, otros se empeñan por recordar la vieja pena de un líder kazajo de 36 años. Alexandre Vinokourov, un ciclista que parece moldeado para sufrir, que ha pagado sus errores y que ha regresado para dar lo que mejor sabe hacer, brindar espectáculo, puro y genuino. El que no entienda esto, que cambie de canal.

A falta del podio íntegro del pasado año -Menchov, Di Luca y Pellizotti- Carlos Sastre por haber sido cuarto era el natural candidato al triunfo final. El abulense ha encontrado en este Giro un verdadero calvario, plagado de caídas y pinchaduras imponderables. El favorito español está hoy a 10 minutos y ya no es problema para los hombres que aún se mantienen arriba. Aunque un Sastre siempre acostumbrado a ir de menos a más, seguramente aún guarda algunos secretos para alegrar a su afición. Hoy dice que sus heridas comienzan a sanar, y que su ánimo se muestra más optimista. Personalmente, espero un recital digno de un escalador de su clase en una de estas dos etapas, la 15ª con final en Zoncolan o la penúltima con final en Tonale, dónde más allá de lo que muestre Carlos Sastre seguramente ha de terminar de definirse la carrera.

Mañana el Giro brinda tributo a las víctimas del terremoto de L´Aquila en abril de 2009. Llega a la ciudad que aún se repone de tanto dolor y pena. Una salvajada de 262 kilómetros con tres puertos, mentira que miran por la salud del ciclista. Si en una de esas se cruzan con Berlusconi, seguro que esta vez les ha de aconsejar a los ciclistas: “…hagan de cuenta que están de camping”.

Mientras esto ocurre, del otro lado del océano y en California, el Team RadioShack intenta justificar su ausencia en este Giro d´Italia. Johan Bruyneel le ha explicado a Angelo Zomengnan –un periodista devenido en mandamás de este circo- que acudirían al Tour de California con todo su poderío buscando el cuarto triunfo de Leipheimer, y que no veían oportuno acudir al Giro con un equipo sin opciones claras. Zomengnan que desde hace un buen tiempo piensa en números, dice haber entendido y los ha dejado fuera. Nadie lo cree, yo tampoco.

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