jueves, 7 de abril de 2011

Las piedras de la pasión y la máquina con alma.

Por Sergio Ferraro.

Quiere el poder mediático de la televisión, que sea global lo que en ella aparece, y que sea ignoto lo que no se retrasmite. Magnitud global, es la suerte que se cargan las tres grandes vueltas al verse multiplicadas por el auxilio de las grandes cadenas, y de ver cómo año tras años, muy a pesar de los palos en la rueda, crecen los niveles de audiencia. Con decir, que hasta esta esquina del mundo llegan noticias.

Pero hay otro ciclismo que para muchos pasa con sigilo. Otro mundo, un show que se nutre casi de la misma bolsa de encumbradas estrellas, aunque alimenta una pasión con matices muy distintos, prácticamente al borde del sudoroso adoquín. Es el mundo de las clásicas, épicas y míticas como pocas, dónde en una sola jornada se vive y se es testigo de la gloria o la derrota, y en este todo o nada tan pronto y repentino, la magia. De entre ellas, los cinco monumentos del ciclismo mundial: Milán-San Remo, Tour de Flandes, Paris-Roubaix, Lieja-Bastogne-Lieja y Giro de Lombardía. Pero de estas sobresalen dos, que con la sentencia de sus piedras y muros han construido mitos y leyendas por igual; Tour de Flandes el primer domingo de abril y Paris-Roubaix el segundo domingo del mismo mes. Una antes que otra, pero separadas desde siempre por siete días, los días suficientes para acuñar pronósticos, reformular tácticas y alimentar esperanzas.

El pasado 2010 pareció ser el año de Espartaco, la máquina suiza, el rey del crono, todos apodos que refieren al segundo suizo más popular en su país después del gran Roger Federer, Fabián Cancellara. En tres domingos consecutivos se embolsó tres clásicas, E3 Prijs Vlaanderen-Harelbeke, Tour de Flandes y Paris-Roubaix. De estas tres, asombran los dos monumentos al hilo, gigantescos, tan inmensos como sus demostraciones de fuerza descomunal.

Y en este 2011 encontramos al portentoso suizo en una nueva formación. Son los hermanos Schleck y su proyecto de ciclismo luxemburgués quienes ganan la pulseada a Riis y hacen que Cancellara se decida por el Team Leopard-Trek. Algunas voces han dicho que su ida del Team Saxo Bank, han sido para evitar coincidir con Alberto Contador, el fichaje estrella del equipo danés y apuntando a las grandes vueltas.

Ya de arranque y como de costumbre Cancellara gana en marzo, esta vez una crono, la séptima etapa de la Tirreno-Adriático. Y quiere su suerte, que otra vez más y ya en el último domingo de marzo, vuelva a repetir en la E3 Prijs Vlaanderen-Harelbeke, triunfo consecutivo y nuevamente anunciando que no pisa suelo Belga en vano. Pero esta vez, como tantas otras, no fue el triunfo lo que impresiona de Cancellara, sino la brillante autoridad para ganar de esta exultante máquina suiza.

Puestas las cartas de esta forma, son varios los que tienen siete días para pensar en Flandes y una vez más en Espartaco, al tiempo que elaboran tácticas anti-suizo y rezan por su propia suerte, sin perder la oportunidad de colocar cada barba en su remojo.

Es así que el corredor nacido en Berna hace 30 años y cuatro veces campeón del mundo, parece estar en su plenitud y esplendor. Y llega una vez más a Flandes cargado de gloria y confianza, aunque con todas las miradas apuntando a su nuca. Esta vez, su bicicleta pasa por el scanner descartando malos pensamientos, y haciendo trizas la hipótesis tonta del motor escondido. No quedan dudas que su motor es de otra cilindrada, sí, pero de carne y hueso al fin.

El Tour de Flandes es fiesta nacional belga, lo demuestran las 800.000 personas que rozan con sus narices el aroma del pavé, pero no de cualquier manera, sino con la auténtica pasión que el pueblo belga tiene por las clásicas, pero en especial por sus clásicas de muros y adoquines. La pasión que despierta la piedra, desnuda y acechante, no se explica en las miles de gargantas que vibran con el esfuerzo sin mesura, ni se explica en las lágrimas y el sudor de ganadores o vencidos. Quizá encontremos respuesta si repasamos las decenas de batallas que se han dirimido sobre estas piedras o han encontrado sentencia en estos muros, historias heroicas que iluminan el mito del pavé y que forman parte indisoluble del sentir del pueblo flamenco. Alguien dice por ahí, que se puede encontrar a uno de cada seis flamencos al borde del camino y al resto con la nariz pegada al televisor.

De Brujas a Meerbeke hay 258 kilómetros y 18 muros para esta ocasión, las características cortas y duras subidas sobre adoquín, de dureza y sentencia definitiva.

Es así que en esta edición la carrera ha contado con una intensidad sorprendente desde un principio, animada por la lucha desplegada y por el buen sol. Aunque como siempre, las cartas definitivas se comienzan a configurar cuando se aproxima el final de la carrera. A falta de 40 kilómetros es Chavanel quien marcha en fuga, solitario el galo con casi un minuto sobre el grupo de favoritos. Tom Boonen, el otro rey belga y ganador en 2005 y 2006, lanza un ataque solitario, valiente, aunque desesperado y sin mayor suerte, aunque ayuda a clarificar el panorama. Solo Ballan, Pozzato y Cancellara pueden seguir la estela de Boonen. Llegados a este punto todos esperan por los movimientos de la máquina suiza, y es así que Cancellara no se hace esperar y juega sus fichas a falta de 30 kilómetros, conformando una dupla con Chavanel, que ahora no colabora. Todo hacía suponer, que a falta de 18 kilómetros y con una renta de un minuto sobre el grupo de Boonen y Gilbert, el otro belga con cartel de favorito, la historia volvía por un final idéntico.

Pero por detrás venía el ganador del 2007 y todo un campeón del mundo con opciones, y con aún mejor equipo. Alessandro Ballan decide plantar batalla y ordena a su potente BMC, con Hincapie, Van Avermaet, Burghardt, Kroon y Quinziato. El tren rojo es arrollador y en cuatro kilómetros tanto las diferencias como el libreto repetido se esfumaron. Este acto terminó dónde se han escrito múltiples historias de Flandes, subiendo el Kapelmuur -el muro de la capilla-. Se forma un grupo delantero con Ballan, Gilbert y Chavanel, mientras la máquina suiza pierde terreno junto a Boonen y muestra su lado débil al coronar Kapelmuur. Los hombres comienzan a vencer al acero suizo. La derrota parece próxima e inminente.

El último muro se presenta a falta de 12 kilómetros, es así que Gilbert decide atacar en el Bosberg y se marcha en solitario pese al intento de Ballan por seguirlo. El de valonia no se encuentra ni con su día ni con la suerte. Las cartas se juntan nuevamente, aunque esta vez ya son una docena, ya que algunos han recuperado y han vuelto a conectar. Entre ellos la máquina suiza, doliente y sufriendo, aunque mostrando un acero con alma. Debilitado y vacío ataca nuevamente a tres kilómetros de meta. Esta vez repite a su rueda Chavanel, y aparece en escena el también belga del Rabobank, Nick Nuyens. En un trío llevado como es lógico por Cancellara, se llega al último kilómetro y al sprint final. Cancellara y Chavanel se desean suerte con un apretón de manos, lo que para muchos significó un pacto que nunca fue. Soltadas las manos, se lanza el suizo en un sprint sin chispa, sin fuerzas, y ya sin opciones pero cargado de ganas. Al tiempo que Chavanel, obediente ante su jefe de filas, se ocupa en mirar para atrás esperando el enlace de Boonen, el cual no llegará a tiempo, aunque si cuarto. Pero Riis aleccionó a Nuyens claramente, y este no perdona a los gigantes que tiene enfrente. Gana Nick Nuyens, el Tour de Flandes 2011 será a partir de hoy la gran victoria de su vida. Nuyens quizás no es quien más lo ha merecido, pero si quien mejor ha calculado su suerte.

El suizo que apabulló hace unos días en Harelbeke, esta vez sucumbió en un sprint ante un desconocido con galones, que no fue el que gana por merecimiento sino por oportuno jake al rey. Aunque justo es decir, que el rey demostró que cuando las fuerzas no acompañan, el alma empuja el último aliento y esto te hace capaz de montar guerra hasta el final, vendiendo a un alto precio su derrota.

El Tour de Flandes ya es historia. Ahora espera el aún más mítico pavé de la París-Roubaix. El suizo que demostró tener alma y guerra escondida en su carcasa, es quien reza por una mejor suerte esta vez.De Flandes a Roubaix, hay siete días de conjeturas, pronósticos y esperanzas. Mientras, el pueblo belga vibra en la espera, el adoquín duerme y la máquina recupera su aliento.

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